Josefina vivìa a la vuelta de la Papirusa, sobre la callecita que cruza la Avenida Roosevelt y la Calle Quinta, alfrente de la telefònica, muy cerca de la Iglesia San Fernando Rey, junto a su casa su trabajo en el colegio, sospecho que por estar rodeada por màs de 40 años de tanta muchachada y atmòsfera colegìal, permanecìa jovial y sonriente.
En la casa de Josefina habìa un gran sombrero de charro y lo querìamos probar, soñando que podrìamos cantar; habìan unos ventanales redondos, las niñas nos asomàbamos y nos sentìamos Rapunzel asomando y esperando; los niños jugaban a las guerras recorriendo las habitaciones y los baños con dobles puertas; los adolescentes conversaban en la sala de billar; y cuando coincidìamos en la biblioteca, atendìamos el silencio: los libros en los estantes parecìan hablar.
Cada vez que regresaba de vacaciones de su tierra natal, la escuchàbamos y quedàbamos actualizados sobre las ùltimas historias novelescas que se vivìan detràs de los telones de Televisa.
Tambièn nos enteràbamos en la època pre-facebook, de las historias de corazones de Cantinflas, de Maria Fèliz y su Agustìn Lara, de Carlos Fuentes, de Juan Gabriel, Laura Esquivel...hasta el mismìsimo Hugo Sànchez!
Muy discreta, gustaba del cine y los deportes, se apasionada si le preguntabas sobre la quìmica, entonces la enseñaba y te la hacìa comprender, y en medio de los laboratorios se dejaba ver un càlculo y precisiòn por los detalles.
Sospecho que asì como Pancho Villa tuvo su momento decisivo de marchar a las guerras y admitir su compromiso històrico; ella tambièn viajò hace casi 50 años, desde sus tierras hasta Cali con el Tio Carlos, la ciudad la acogiò y fue madre de 3 hijos, asi fue como pronto aprendimos que podìamos amarnos los unos a los otros aunque fueramos de paìses distintos.
Mis tres primos pasaron a repartirse los genes democràticamente, compartiendo el respeto por la educaciòn y hacia la educaciòn que va màs allà de las formas que se aprenden en el salòn de clase: para mis primos, cada encuentro es la oportunidad de enseñar, aprender, dar y recibir en medio de una conversaciòn, no lo sospecho, lo confirmo: lo heredaron de ambos padres.
En El laberinto de la soledad, el nòbel mexicano Octavio Paz medita a cerca de los desprendimientos....
y nos invita a sentirlos...
aquellos desprendimientos que podrìamos vivenciar en caos extremos como al separarnos de los padres, de la tierra o de los propios dioses,
aquellos desprendimientos que prometen desde exilios hasta sanar heridas,
y uno vital: el desprendimiento que antecede nuestra partida... que reclama una oportunidad solitaria para vivirlo como prueba y promesa de comuniòn final...
Josefina, un adios en tu sagrada comuniòn espiritual.
atte, almaluz hurtado borrero