El Padre Alfonso Hurtado Galvis obsequió un texto que había escrito un año antes de nuestra visita, lo transcribo para todos los ciberlectores interesados en conocer sobre su crónica a cerca de la explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali, Colombia.
Relato de puño y letra del Padre Alfonso Hurtado Galvis, Sacerdote de la Arquidiócesis de Cali-Colombia como protagonista de la gravísima Tragedia del martes 7 de agosto de 1956 a la una de la madrugada en Cali- Colombia.
Relato de puño y letra del Padre Alfonso Hurtado Galvis, Sacerdote de la Arquidiócesis de Cali-Colombia como protagonista de la gravísima Tragedia del martes 7 de agosto de 1956 a la una de la madrugada en Cali- Colombia.
Yo era capellán del Batallón de Infantería N 8 “Pichincha” cuyo cuartel quedaba situado en el lugar que hoy ocupa el Centro administrativo Municiapal CAM en el paseo Bolívar. Eran las 5 y 30 de la tarde y yo estaba conversando en la puerta de muralla del cuartel con el Capitán Gustavo Camargo Eslava quien en ese momento era el Oficial de Servicio del Batallón Pichincha cuyo comandante era el Teniente Coronel Víctor Navia Varona. Nos preparábamos para arriar el pabellón nacional ( o sea la Bandera de Colombia) cuando llegó un convoy militar de seis (6) camiones carpados y custodiados por soldados armados al mando del Sargento Pedro Higuita.
El Sargento se presentó ante el Capitán Gustavo Camargo Eslava, en mi presencia, para pedirle permiso de pernoctar y arranchar en el cuartel, y le advirtió que comandaba un convoy de seis (6) camiones con explosivos (Dinamita Gelatinosa-42 Toneladas que venían de Suecia en el Barco “Sthokolm”, a travesó el Báltico, el Atlántico, el Canal de Panamá, el Pacífico, y atracó en el puerto colombiano de Buenaventura. Luego las 42 toneladas de dinamita fueron sacadas del Barco sueco “Sthokolm” y colocadas en seis (6) camiones militares que salieron de Buenaventura a las seis de la mañana por la vieja carretera al mar, pasando por Anchicayá, El Queremal, Borrero Ayerbe, y llegaron a Cali a la portada al mar a las 5 de la tarde, a una velocidad de 20 kilómetros por hora, y a una distancia de 50 metros entre cada uno de los seis (6) camiones. El capitán Camargo le negó el permiso al Sargento Pedro Higuita para pernoctar y arranchar en el Pichincha; y le ordenó retirarse con el convoy con explosivos hacia despoblado.
Yo vi las cajas zunchadas con dinamita, porque el Capitán Camargo con el sable levantó la carpa de uno de los seis(6) camiones. El Sargento Pedro Huiguita no cumplió la orden del Capitán Camargo, pues retiró el convoy del Paseo Bolívar y lo estacionó en la calle 25 entre karreras 1 y 8 frente a la vieja estación del Ferrocarril del Pacífico en Cali. Esto sucedió el lunes 6 de Agosto de 1956 víspera de la fiesta nacional por la Batalla de Boyacá del 7 de Agosto de 1819. Efectivamente a la una de la madrugada del martes 7 de Agosto de 1956 cuando Cali dormía, se sintió un temblor de tierra y luego una terrible explosión que fue oida en ciudades fuera de Cali. Cali quedó en tinieblas; las gentes en ropa interior y de dormir salieron a las calles pidiendo misericordia. Se veía hacia el oriente de Cali un hongo de colores semejante al de la bomba atómica de Hiroshima ( Japón) pero más pequeño. Se oía el ulular de las sirenas.
Yo salí en el primer camión con tropa al mando del Subteniente Jaime Rodas, rumbo al lugar donde se veía el hongo de colores. Tomamos por la karrera primera y solo pudimos llegar a la calle 21 porque todo estaba invadido por escombros de edificios y por cadáveres. Nos bajamos del camión militar al mando del subteniente Jaime Rodas, allí existía la cárcel de hombres llamada “el manicomio”. Empezamos a caminar por entre cadáveres y ruinas humeantes. Nos alumbrábamos con lámparas o linternas de mano. El subteniente Rodas me cogió del brazo izquierdo y me dijo: “ curita, no se me separe que esto es la verraquera”.
Padre Hurtado Galvis |
Más adelante vimos a un hombre alto en calzoncillos lleno de polvo y con un revólver en la mano derecha. Gesticulaba y balbucía frases incoherentes. Yo me le acerqué y le dije: “cálmese señor, cálmese”. Pero él me dijo: “ lo perdí todo, mi mujer, mis hijos, mis bienes”. Luego se llevó el cañón del revólver a la boca y se disparó, muriendo en el acto. Seguimos avanzando en la oscuridad. Yo salvaba niños, según la Cruz Roja salvé 121 infantes. Ayudé a dar a luz a una muchacha quemada.
Saqué a una niña la bauticé con agua barro de las alcantarillas rotas y murió en mis brazos. Gastamos 4 horas desde la calle 21 hasta la calle 25 por los escombros cuando clareó el sol pudimos ver la magnitud de la tragedia, 36 manzanas arrasadas, un cráter de 50 metros de diámetro por 8 metros de profundidad, miles de cadáveres.
Yo vi parejas calcinadas en el coito porque por allí había burdeles casas de cita. También el Teatro Roma, la Galería Belmonte. Yo vi cráneos, brazos, piernas, troncos de cadáveres humanos. Yo vi enterrar en el cementerio central 3725 cráneos, delante del Alcalde de Cali Coronel Aviador Muñoz, delante de un Notario, delante de un juez y delante de un Obispo llamado Miguel Medina. Cadáveres insepultos, fetidez terrible, Cali tenía entonces 120 mil habitantes se calculan 10.000 muertos en la Explosión de las 42 toneladas que dinamita que iba para los polvorines del Ejército de Bogotá. Esta es la Tragedia más grave de la historia de América por causas NO NATURALES.
Se hizo una investigación por orden del Brigadier General Alberto Gómez Arenas y dio como resultado que a un soldado centinela se le safó un tiro de la recámara del fusil horizontalmente en el relevo de la madrugada, en vez de colocar la boquilla del fusil verticalmente como es lo correcto. Ayudaron a Cali la Cruz Roja, Sendas, los Boys Scouts, las monjitas, los sacerdotes, el Papa Pio XII desde el Vaticano, la Unión Soviética, Los Estados Unidos, México, Venezuela ( con un edificio que hizo construir el General Marcos Pérez Jiménez de Venezuela, el Edificio Venezolano, también el Japón, China, Europa y muchos más.
Doy fe: Alfonso Hurtado Galvis, sacerdote. Cali, miércoles 15 de julio de 2009 por la tarde.
Que buen relato... y que bakano que tienes ese documento de manos del padre... es una joya de la historía.
ResponderEliminarlo dicho alma? ese documento es una joya de la historia
ResponderEliminarMi madre nos salvo... vivia con mis dos hermanos a una cuadra de la explosion, kra 2 y calle 24 en un segundo piso - familia Duque, y ella a pesar de mi disgunto nos movio de ahi a la kra 1 y calle 22 por el dia viernes 4, ahi llego a vivir un sr por el dia sabado y termino siendo uno de los muertos de ese terrorifico dia, la vivienda fue destrozada. Gracias madre mia y que Dios te tenga en su Reino.
ResponderEliminarGracias Oscar por compartir unos renglones de intimidad, también nos recuerdas lo poderosa que es la Intuición de las Mujeres, verdaderamente tu madre les ha salvado.
ResponderEliminaratte, almaluz
En agradecimiento al padre Alfonso Hurtado Galvis por dejarnos su relato por escrito de la tragedia más grande que vivió la ciudad de Cali aquélla fecha inolvidable 7 de Agosto de 1956 y que descanse en paz y todas las personas que allí fallecieron.
ResponderEliminarEn agradecimiento al padre Alfonso Hurtado Galvis por dejarnos su relato por escrito de la tragedia más grande que vivió la ciudad de Cali aquélla fecha inolvidable 7 de Agosto de 1956 y que descanse en paz y todas las personas que allí fallecieron.
ResponderEliminarEs muy grato el relato que cuenta el padre Alfonso Hurtado Galvis en paz descanse así podemos vivir aquellos días de terror los cuales los pasaron almas vivientes. Que Dios bendiga a cada uno de ellos, Amén
ResponderEliminarEsta tragedia, como dice el padre Hurtado, es la peor tragedia por causas no naturales ocurrida en América. En el sitio donde ocurrió debería haber un monumento en memoria de tan horrorosa tragedia; en cambio hay un feo potrero con una cruz que nadie sabe qué significa. Tal vez por la cantidad de muertos diarios que hasta hoy pone el pueblo, gracias a la violencia en Colombia, los 10 mil muertos de Cali el 7 de agosto de 1956 no merecen un recuerdo especial.
ResponderEliminarHelder, tambièn me resulta triste que no haya un llamado a la memoria. por eso nuestro pequeño aporte es al menos tratar de que los jòvenes conozcan esta historia y por eso la comparto por acà...porque tengo muchos primos y primas que han viajado por el èxodo colombiano y aunque se adapten a otras culturas y tierras trato que a travès de este medio lean un poco y no olviden la ciudad.
ResponderEliminarYO tenia 11 años cuando la tragedia del 7 de agosto de 1956 (1:06 am). Ese día, en la mañana, un primo de mi madre, mayor que yo, me llevó al sitio de la explosión -todavía no habían controles militares para impedir el acceso de curiosos- y estuve parado al lado del hueco que quedó de la explosión. Era gigantesco, muy difícil para mí calcular ahora su tamaño. Ese mismo día, mi primo consiguió unas fotos que conservo todavía, que son inéditas. Impublicables pues son realmente fuertes. Recuerdo la noche de la explosión, que la gente de Cali salió de sus casas aterrorizada a las calles, y como se veía el cielo enrojecido seguramente por los incendios en ese sector. Nunca lo olvidaré.
ResponderEliminarEn esos dias las autoridades hablaban de 2.000 muertos, pero obviamente fueron muchísimos mas, de pronto 10.000 como dijo el padre Hurtado. Dado el sector donde se produjo, donde habían cafetines, bares, hoteles baratos, seguramente con una poblacion flotante grande y con mayor razón que ese martes 7 de Agosto era fiesta nacional. Los 7 camiones cargados de explosivos estaban en la antigua estación del ferrocarril, donde estaba un contingente de soldados que participarían en el desfile militar de ese ese día y que debieron morir todos. Esos camiones estuvieron parqueados en las cuarteles del Batallón Pichincha, donde hoy está el CAM y alguna autoridad militar los debió enviar a la antigua estación. La historia de Cali habría sido otra si no los mueven de donde estaban.
Y la historia de que la explosión se produjo por un disparo accidental de un soldado, pues me cuesta trabajo creerla.
Muchas gracias Juliàn por compartir desde tu memoria y desde tu corazòn, asi nos pasa a muchos...cuesta creer la versiòn oficial del accidente.
EliminarAlma tu siempre me sorprendes con tus escritos, gracias por compartir este relato del padre Hurtado.
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